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Estallido de júbilo, ilusión, esperanza colectiva... Estos fueron los sentimientos que se experimentaron en Tarragona aquel 14 de abril de 1931 con la proclamación de la Segunda República, en especial por parte del 74 % de los electores que votaron la candidatura republicana en las elecciones municipales celebradas dos días antes.

El espectacular triunfo de las candidaturas republicanas en las capitales de provincia y en las principales ciudades de España, evidenciaba de forma contundente un deseo de cambio que comportaba la desaparición del último gobierno del régimen monárquico de Alfonso XIII, una monarquía que ya había quedado en entredicho después de su apoyo a la dictadura del general Primo de Rivera. 

La proclamación de la Segunda República contó con la adhesión entusiasta de buena parte de las clases populares. Un movimiento principalmente urbano, de las ciudades, encabezado por republicanos procedentes de las clases medias y de una burguesía moderna y emprendedora.

La política de represión del catalán y la supresión de la Mancomunidad de Cataluña por parte de Primo de Rivera incrementó todavía más las reivindicaciones de autogobierno. En consecuencia, el nuevo régimen republicano tuvo que asumir desde su inicio el restablecimiento de la Generalitat y, en 1932, el Estatuto de Cataluña.

En Tarragona, el estrenado consistorio republicano, liderado por el alcalde Pere Lloret y Ordeix, se encontró con un Ayuntamiento que arrastraba toda una problemática endémica: la falta de abastecimiento de agua potable, el incremento progresivo del paro y el problema del déficit de plazas escolares, todo ello con una hacienda totalmente vacía con una deuda de medio millón de pesetas.

En solo tres años y medio, entre abril de 1931 y octubre de 1934, el Ayuntamiento de Tarragona desplegó una gran actividad que conllevó solucionar el problema de abastecimiento de agua potable que sufría la ciudad, se emprendió el amplio proyecto de alcantarillado urbano, se ejecutaron las obras de construcción del Paseo Arqueológico y se dio un nuevo impulso a la Fábrica de Tabacos y a las obras de la Escuela del Trabajo. Obras públicas necesarias, entre otras, pero que también servían para dar empleo a los trabajadores en paro.

En el ámbito de la cultura los dos principales ejes de la nueva política municipal republicana fueron la recuperación y defensa de la lengua catalana y la potenciación de la instrucción pública. También el fomento de la publicación de nuevas revistas en catalán, las subvenciones a la enseñanza del catalán y su promoción con concursos escolares u otras expresiones de cultura catalana, como la música, el arte o la arquitectura.

Otras actuaciones municipales que adquirirán una carga ideológica republicana fueron el cambio de nombres de ciertas calles, la municipalización del cementerio y de los servicios fúnebres y la inauguración del Monumento a los Héroes de 1811, obra de Julio Antonio.

Si en estos momentos, noventa años después, esta exposición sirve para sugerir el latido de aquellos años y desvelar la curiosidad sobre el que significó la Segunda República en Tarragona, se habrá logrado el objetivo que se planteaba en un comienzo.

El camino iniciado para avanzar hacia una sociedad más justa, más libre y más igualitaria entre hombres y mujeres, desgraciadamente, quedó segado por el golpe de estado del 18 de julio de 1936 que provocó la guerra civil española.